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A menudo, cuando hablamos con la gente, nos damos cuenta de que el primer impedimento para avanzar somos nosotros mismos. En ocasiones cuando nos planteamos realizar algún cambio en nuestra vida, nuestros automensajes, es decir, lo que nos decimos, no apoya en absoluto el deseo de cambiar.
En ocasiones nos encontramos delante de personas que están pasando por una situación incómoda pero que han dado el primer paso para el cambio: ser conscientes de que tienen que cambiar algo. Creemos que ese paso es el más importante pero no es el más difícil.
Según nuestra experiencia, dar el primer paso hacia ese cambio es el momento más complicado ya que supone salir de nuestra zona de confort, nos obliga a hacer cosas a las que no estamos acostumbrado.
Es en este punto cuando aparecen miedos y creencias limitantes que, no contentos con tener que luchar con ellas, alimentamos a través del lenguaje. "No creo que salga bien", "realmente no es lo mío", "para qué voy a hacer nada si todo va a seguir igual", son frases que no hace más que alimentar esos miedos y creencias.
Imaginemos que hablamos con un muy buen amigo y le decimos: lo tengo claro, voy a cambiar de trabajo, me pagan algo menos, pero en realidad es lo que me apasiona y sé que voy a ser más feliz.
Ahora pensemos cómo nos sentiríamos si nos respondiese: no creo que debas hacerlo, tienes mucho que arriesgar y además tal y como están las cosas lo mejor es quedarte cómo estás. ¿Seremos capaces de dar el paso sin contar con el apoyo de un buen amigo que se supone que nos tiene aprecio y quiere lo mejor para nosotros?
El primer amigo al que le contamos nuestros planes somos nosotros mismos y muchas veces nos respondemos sin mostrarnos apoyo.
El punto clave es revisar el lenguaje que utilizamos para hablarnos cuando la decisión está tomada. Obviamente hay una etapa de análisis antes de tomar la decisión, sin embargo, cuando esta está tomada, nuestro lenguaje debe llevarnos hacia delante y no atarnos al estado en que nos encontramos.
Para nosotros, el lenguaje, como hablamos y como nos expresamos, es un reflejo directo de cómo pensamos y de nuestra estima. Revisemos la forma en que nos hablamos y eliminemos de nuestro idioma aquellas palabras o expresiones que no inviten a avanzar.
A menudo, cuando hablamos con la gente, nos damos cuenta de que el primer impedimento para avanzar somos nosotros mismos. En ocasiones cuando nos planteamos realizar algún cambio en nuestra vida, nuestros automensajes, es decir, lo que nos decimos, no apoya en absoluto el deseo de cambiar.
En ocasiones nos encontramos delante de personas que están pasando por una situación incómoda pero que han dado el primer paso para el cambio: ser conscientes de que tienen que cambiar algo. Creemos que ese paso es el más importante pero no es el más difícil.
Según nuestra experiencia, dar el primer paso hacia ese cambio es el momento más complicado ya que supone salir de nuestra zona de confort, nos obliga a hacer cosas a las que no estamos acostumbrado.
Es en este punto cuando aparecen miedos y creencias limitantes que, no contentos con tener que luchar con ellas, alimentamos a través del lenguaje. «No creo que salga bien», «realmente no es lo mío», «para qué voy a hacer nada si todo va a seguir igual», son frases que no hace más que alimentar esos miedos y creencias.
Imaginemos que hablamos con un muy buen amigo y le decimos: lo tengo claro, voy a cambiar de trabajo, me pagan algo menos, pero en realidad es lo que me apasiona y sé que voy a ser más feliz.
Ahora pensemos cómo nos sentiríamos si nos respondiese: no creo que debas hacerlo, tienes mucho que arriesgar y además tal y como están las cosas lo mejor es quedarte cómo estás. ¿Seremos capaces de dar el paso sin contar con el apoyo de un buen amigo que se supone que nos tiene aprecio y quiere lo mejor para nosotros?
El primer amigo al que le contamos nuestros planes somos nosotros mismos y muchas veces nos respondemos sin mostrarnos apoyo.
El punto clave es revisar el lenguaje que utilizamos para hablarnos cuando la decisión está tomada. Obviamente hay una etapa de análisis antes de tomar la decisión, sin embargo, cuando esta está tomada, nuestro lenguaje debe llevarnos hacia delante y no atarnos al estado en que nos encontramos.
Para nosotros, el lenguaje, como hablamos y como nos expresamos, es un reflejo directo de cómo pensamos y de nuestra estima. Revisemos la forma en que nos hablamos y eliminemos de nuestro idioma aquellas palabras o expresiones que no inviten a avanzar.
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